[DN]
"Los números no
son más que la traducción abreviada o la lengua sucinta de las verdades y leyes
cuyo texto e ideas están en Dios, en el hombre y en la naturaleza. Se puede
también definirlos como el retrato intelectual y verbal de las operaciones
naturales de los seres o también, si se quiere, el límite y el término de las propiedades
de los seres, y esta medida que no podría pasar sin extraviarse y desvirtuarse,
hace decir a algunos que los números son la sabiduría de los seres y lo que
impide que se vuelvan locos. […]
El principal
error donde falla la preservación, es separar los números de la idea que cada
uno ellos representan y mostrarlos desplazados de su base de actividad, ya que
entonces se les hace perder toda su virtud, que debe ser de nuestro avance en
la línea viva; no pasan a ser más que objetos de curiosa y orgullosa
especulación; y si lo hacen, siempre se vuelven al auditor más culpables, no le
prestan sin embargo más servicio que si él aprendiera la sintaxis de una lengua
cuyas palabras no sabría o que si a él le enseñaran las palabras de una lengua donde no sabría ni
su sentido ni su sintaxis.
[…] la virtud de los seres no existe en el
número, sino que es el número el que existe en la virtud de los seres y de la
que deriva.
[…] en el
cálculo verdadero y espiritual, los números reciben su valor de la naturaleza
de las cosas y no de la voluntad de nuestro espíritu, [e] independientemente de
que se combinen también por normas fijas como los valores convencionales, nos
conducen a verdades de primer rango, verdades positivas e invariables y
esencialmente vinculadas a nuestro ser. […] los números no hacen sino acompañarnos
y dirigirnos en estas mismas regiones positivas, invariables y eternas, en que
toman continuamente el nacimiento, en que hacen constantemente su residencia y
de las que no pueden salir jamás. Ahora bien, estas verdades, siendo infinitas,
se puede juzgar que los números que en ellas existen pueden hacernos descubrir
maravillas y tesoros. […]
Existe una
división del cuadro universal reconocida por todos los observadores en el orden
de la verdadera filosofía por la cual se distingue la región divina, la región
espiritual y la región natural. Se reconoce también que hay una correspondencia
de la región divina con las otras dos regiones espiritual y natural, y que por
lo tanto los números del orden divino deben tener sus representantes y sus
imágenes en estas dos regiones. Pero los que no tienen la clave de los números
se exponen a un gran error cuando quieran fijar o contemplar estas
correspondencias. […]
Aquellos que
horadaron en la carrera de los números podrán admirar aquí con qué sabiduría luminosa la Providencia expone
delante de nosotros sus tesoros y nos muestra cómo hace llegar sus potencias en
las distintas regiones. Reconocerán que los propios números son fijos en sí
mismos y acabados en sus facultades radicales, aunque sean infinitos en el
juego de su potencia y en las emanaciones innumerables que pueden salir y
saldrán eternamente de esas facultades radicales. […]
Esto que estará
siempre prohibido a nuestra penetración y oculto a nuestra luz es la ciencia
del método de nuestra emanación o de nuestra generación dentro de la unidad
divina. Este velo se coloca sobre nuestros ojos porque la obra de nuestra
emanación está reservada únicamente a ese supremo principio al que tenemos la dicha
de poder llamar nuestro Padre; el
conocimiento del modo de esta obra debe serle reservada también, sin lo cual,
si tuviéramos como Él este conocimiento, no tendríamos necesidad de Él para existir,
habríamos podido operar la misma obra o la misma emanación que Él, y seríamos
Dios como Él. […]
Pero si la ley
de los números nos prohíbe absolutamente el conocimiento del modo de nuestra
emanación, estos deben poder ofrecernos la prueba de que esta emanación es
divina, deben ofrecernos un testimonio evidente y concluyente de que nosotros
salimos directamente de Dios; ya que sin este testimonio concluyente, cuando
llamemos Dios a Nuestro Padre, pronunciaríamos palabras que no tendrían un sentido
completo para la inteligencia, aunque el alma pura y piadosa pudiera experimentar
en sí misma toda la dulzura de este bello nombre. Esta prueba también existe en
los números y se añade a todas las que se pueden encontrar en la metafísica. […]
He aquí […] los
tesoros que se pueden encontrar en los números, tesoros que nos muestran en
nuestro Dios a la vez el poder, el amor, la sabiduría y la justicia, y nos
hacen ver cómo se llena todo con su espíritu".
[CN, XVIII]
"Los números
son los envoltorios invisibles de los Seres, como los cuerpos son sus
envoltorios sensibles.
No podemos dudar que haya para todos los
Seres un envoltorio invisible, porque todos tienen un principio y una forma, y
este Principio y esta forma, estando en dos extremos, están a una distancia
demasiado grande el uno de la otra para poder unirse y corresponderse sin
intermediario. Por tanto, este lugar lo ocupa el envoltorio invisible o número.
Es así que, en los cuerpos, la tierra es
el envoltorio visible del fuego, el agua es el de la tierra, y el aire el del
agua, aunque este orden es muy diferente en los elementos no corporeizados.
No ignoremos que las leyes y las
propiedades de los Seres están escritas sobre sus envoltorios sensibles, porque
todas las apariencias por las cuales se comunican a nuestros sentidos solo son la
expresión y la acción mismas de estas leyes y estas propiedades.
Podemos decir lo mismo de sus
envoltorios invisibles. Deben contener y llevar las leyes y las propiedades
invisibles de los Seres, tal como sus envoltorios sensibles indican sus
propiedades sensibles. Si están escritas allí, entonces la inteligencia del
hombre debe poder leerlas, tal y como sus sentidos leen o sienten los efectos
de las propiedades sensibles trazados sobre los cuerpos y actuando por el
envoltorio sensible de los Seres. He aquí lo que el conocimiento de los números puede prometer a aquel que no tomándolos por
simples expresiones aritméticas sabe contemplarlos según su orden natural y ver
en ellos solo principios coeternos a
la verdad.
Hay que saber además que como los Seres
son infinitos, y que las propiedades de estos Seres son de varios tipos, hay
también una infinidad de números.
Así, hay números
para la constitución fundamental de los Seres; los hay para su acción, para su
curso, y también para su inicio y para su fin, cuando se refieren a uno u a
otro; los hay incluso para los diferentes grados de progresión que tienen
fijada.
Y son en esto como tantos límites donde
se paran los rayos divinos, y donde
se reflejan hacia su Principio, no
solamente para presentar sus propias imágenes sino también para ofrecer los
testimonios gloriosos de su exclusiva superioridad y de su infinidad, para
extraer la vida, la medida, el peso, la sanción de sus relaciones con él; todas las cosas que
hemos visto solo pueden existir por el Primer
Principio de los Seres.
Hay también números
mixtos para expresar las diferentes uniones y composiciones de Seres, de
acciones, de Virtudes. Hay números centrales, números
medianos, números circulares y números de circunferencias. Finalmente, hay números
impuros, falsos y corrompidos. Y, repitámoslo, todas estas cosas solo
indican los diferentes aspectos bajo los cuales podemos considerar a los Seres
y a sus diferentes propiedades, leyes y acciones, bien visibles, bien
invisibles, a las cuales están sin duda sujetos. Y quizás la verdadera razón
por la cual los números han parecido
tan quiméricos a la mayoría de los hombres, es por esta costumbre de los
calculadores de hacer derivar del cero todos los números,
es decir, de comenzar en sus divisiones geométricas contando por cero antes de
nombrar la primera unidad. No han
visto que esta unidad visible y convencional, que se convierte en la primera base de sus medidas, no es más que la representación
de la unidad invisible, colocada antes del primer
grado de todas estas medidas, dado que las engendra a todas, y que si tenían
que representarla con un cero solo era para trazarnos su inaccesible valor y no para mirarla como la nada, porque
es la fuente de todas las bases sobre las cuales el hombre puede operar.
Vemos aquí que cuanto más infinitos son los
números, más la idea que debemos hacernos
de ellos es simple y natural.
Se simplificará aún más observando que
esta inmensa multitud de números,
que se subdividen y extienden hasta el infinito, remontan por una marcha
directa hasta diez números simples,
los cuales caben en otros cuatro números,
y éstos en la unidad de donde todo ha salido".
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