“Hay en la humanidad una élite que busca a Dios. Saltzmann
pertenece a ella. En la base de esta búsqueda, constatamos frecuentemente la
existencia de una experiencia personal: buscamos a Dios solo cuando Él nos ha
encontrado, dijo Pascal. El hombre es libre de rechazar la llamada de la
Divinidad. Saltzmann cree en el libre albedrío:
Der freie Wille ist
das groesste Geschenk, das der Mensch von Gott erhalten hat (La
libre voluntad es el don más grande que Dios dió al hombre).
El hombre encontrado por Dios experimenta su nada; tiene asco de sí
mismo, se percibe bajo los colores más oscuros, e incluso exagera su
culpabilidad. Los Santos hablan de su vida pasada como de un abismo de
perdición. Dios se reveló a Saltzmann en la naturaleza, en su conciencia, por
su Palabra y su Espíritu, y también, como resaltábamos más arriba, por sus
sueños y sus visiones. Ocurrieron cosas extraordinarias en su desarrollo
espiritual, creyó estar en relación directa y personal con el más allá.
Para despejar su espíritu de su envoltorio corporal y
volverle sensible a la acción divina, Saltzmann recurre al ascetismo; recuerda
las prácticas de los primeros siglos, de actualidad en Post-Royal; practica a
menudo el ayuno, particularmente los viernes. Traduce un tratado de la Sra. Broune
sobre “los cuarenta días de ayuno de Cristo en el desierto”. Saltzmann cree que
el hombre que aspira a la vida divina puede desarrollar en él esta vida gracias
a la soledad; opina que la disminución del amor en la soledad es un indicio de
una regresión de la vida religiosa. Experimenta lo que los grandes místicos, a
saber, que el deseo de cambiar de lugar es una tentación.
El cristiano, según Saltzmann, está protegido por una
Providencia personal e individual, y se convierte en una providencia para su
entorno, como aquel justo de Sodoma. Esta seguridad le brinda una paz
sobrehumana. Saint-Martin, quien fue en cierta medida un discípulo de Saltzmann,
recogió en una página admirable lo que es, según él, la esencia de la vida religiosa:
“No solo el hombre es conocido y amado
personalmente por la Providencia, sino que debe vivir en ella y volverse uno
con ella”.
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