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sábado, 31 de agosto de 2013

A los actuales ministros de la religión santa. Saint-Martin



 
[EH, VIII]


"En cuanto a vosotros, ministros de la religión santa, que habéis sido llamados a velar cerca de la verdadera arca de la alianza que es el pensamiento del hombre, si no habéis cumplido el cargo que os ha sido confiado, si habéis dejado a Dios bajo la lona y bajo las tiendas, y no le habéis construido ninguna casa después que ha sacado de Egipto a los hijos de Israel, según las quejas que éste hizo dirigir a David por su profeta Natán, 2ª Reyes 7:6, será sobre vosotros que recaerán directamente las amenazas con que los profetas han buscado asustar a los servidores infieles y los prevaricadores. Si las misiones de ilusión y de tinieblas deben tener consecuencias tan terribles sobre los órganos seducidos que ellas emplean, y sobre las almas que arrastran, ¿qué será de las misiones verdaderas que se hayan convertido en misiones de codicia, en misiones de mala fe, en misiones de leso sacrilegio?

Sin duda, no podéis elevar en mucho la dignidad de vuestro carácter, aún y cuando, según Ezequiel y Malaquías, deberíais ser los ángeles del señor sobre la tierra y los centinelas de su pueblo.

Pero según los vastos cuadros que os han sido ofrecidos, ¿podéis prometer no haber desviado nunca la inteligencia de las naciones de sus fuentes más instructivas y sustanciales? ¿de no haberla querido doblar bajo el yugo de una doctrina humana e interesada? ¿de no haber buscado nunca dejar al cuidado de las naciones la medida de la fe que les faltaba para que vinieran a ponerse bajo vuestro imperio? ¿de no haber hurtado a sus ojos, por ello, el cetro vivificador que la sabiduría eterna ha hecho nacer en la tierra, para ser el sol de todos los pueblos? ¿de no haber compuesto vosotros mismos una espada temible con el báculo de la paz que os ha sido confiado, para gobernarnos más en el amor que en la justicia? ¿de no haber abandonado el título de pastor cuando era menester instruir vuestras ovejas, conduciéndolas a los pastos, y de solo haberos revestido de él cuando se presentaba la ocasión para librarlas al diente mortífero, o para devorarlas vosotros mismos?

¿Estáis del todo convencidos de que el espíritu del hombre deba de contentarse con la respuesta que le dais, cuando intenta saber porqué no le mostráis los dones y las luces de las que han gozado aquellos de los que sois sucesores? Vosotros nos decís que todas estas cosas eran necesarias para el establecimiento de la iglesia, y que ya no lo son una vez establecida.

Pero los derechos de nuestro ser nos ponen en situación de preguntaros ¿de qué iglesia pretendéis hablar?; pues no será seguramente de aquella de la que hemos visto sustituir el espíritu conciliador del evangelio por el furor, la sangre y la carnicería; no será aquella de la que hemos visto sustituir las predicaciones de sus fundadores a quienes el espíritu enseñaba todas las cosas, por doctrinas tenebrosas y contradictorias; no será aquella que en lugar del espíritu del Señor que debía preservar las almas ha dejado entrar a los falsos profetas que las pierden, y a los espíritus de Pitón que las infectan.

Los derechos de nuestro ser nos ponen también en situación de observar que vuestros fundadores eran admitidos a conocer los misterios del reino de Dios, que curaban las enfermedades, que operaban la cena del Señor y perdonaban los pecados a los que debían ser perdonados.

Ahora bien ¿porqué de estos cuatro poderes sólo habéis conservado los dos que son invisibles, y por los que pedís aún una fe ciega, mientras que alejáis sin cesar, de los ojos de nuestro cuerpo y de nuestra inteligencia, los otros dos dones que eran visibles, y que lejos de ser superfluos para nuestra creencia, habrían impulsado la fe de los pueblos?

¿Estáis completamente seguros de ser irreprochables a los ojos de las naciones, diciéndoles con seguridad que engorden en vuestros pastos, mientras que les habéis disminuido de tal modo sus sustancias?, e incluso, en aquellas de las santas instituciones que habéis conservado, ¿no habéis dado el medio por el todo, las formas por el medio y las tradiciones por la ley, como el Reparador reprochaba a los doctores? Mateo 15. ¿No estáis temerosos de hacer dormitar así a las naciones en un reposo apático, y de haber trabajado por demoler vosotros mismos esta iglesia que nos anunciáis como tan bien establecida?

Sí, esta iglesia está establecida, a pesar de los daños que haya podido sufrir, sin la cual, no habría mediación entre el amor supremo y los crímenes de la tierra; esta iglesia está establecida, y ni las puertas del hombre ni las puertas del infierno prevalecerán jamás contra ella; esta iglesia está establecida, pero para declarar un día contra aquellos de sus ministros que no le hayan sido fieles, para servir de juicio y condena cuando se lamente ante el soberano tribunal de las injurias que le han causado cambiando sus hábitos de gloria por los hábitos de luto y de indigencia; como ella habrá defendido aquí abajo la causa del amor, el amor mismo defenderá a su vez la causa de esta iglesia ante el juez eterno del que habrá provocado la temible justicia, y pensad, cuan terribles será esta justicia, puesto que será la justicia del amor ultrajado y herido hasta en su misericordia.

Si estos juicios por venir os asustan, si por desgracia tenéis que haceros algunos de estos reproches de los que acabáis de ver su enumeración, volver lo antes posible a los senderos de vuestro sublime ministerio, y prevenid estas terribles justicias con las que están amenazados los apóstoles de la mentira, que tan a menudo se han sentado en la cátedra de la verdad. Es a ellos a quien se dirige David, salmo 93:20: ¿Podrá asociarse a ti un tribunal inicuo, que perpetre desastres bajo capa de ley? Ellos acometen la vida del justo y la sangre inocente condenan. Es a ellos a quien se dirige Sofonías 3:3, hablando de los crímenes de Jerusalén: sus príncipes, en medio de ella, son leones rugientes; sus jueces son lobos nocturnos que no guardan nada para la mañana siguiente.

¿Que cómo estos ministros embusteros han llegado a estas injusticias? Aquí viene. Han empezado por cerrar los ojos a la santidad de nuestra propia naturaleza que nos llama a ser los signos y testimonios del Dios de la paz en el universo, los han cerrado todavía más sobre esta terrible sentencia que abarca a toda la familia humana en este humillante carácter de Ecce Homo. Y desde entonces no se han dado cuenta de este río de amor, sobre el que su ministerio los establecía para apagar la sed de las naciones.

Su inteligencia oscurecida no ha reconocido la confirmación de estas verdades trazadas en todas las líneas de las santas escrituras, y no pudiendo explicar estas escrituras por la verdadera y única clave que les conviene, se han esforzado en explicarlas primeramente por la falsa clave de su ignorancia, después por la de su codicia, luego por la de sus furores.

Es entonces que se han convertido en exterminadores de nuestras inteligencias, y que según Isaías 5:20: ¡Ay de los que dicen a lo que está mal: “¡Bien!”·, y a lo que está bien: “¡Mal!”; de los que hacen de la tiniebla luz, y de la luz tiniebla, que cambian lo amargo en dulce y lo dulce en amargo! Ellos, que según el mismo profeta 5:18: ¡Ay de los que atraen para sí la culpa con las cuerdas del engaño y el pecado como con coyunda de carreta! Aquellos que, 3:12: ¡Pueblo mío!, tus conductores te descarrían y el camino de tus sendas enmarañan.

En vano querrán, dice Jeremías 2:32: justificar su conducta para volver a estar en gracia con el Señor, puesto que ellos mismos han enseñado a los otros el mal que han hecho, y se ha encontrado en sus manos la sangre de las almas que ellos han asesinado. Es decir, que han atacado la verdad hasta en su santuario, que es el pensamiento del hombre, y el verdadero depósito del que deben responder".



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