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miércoles, 23 de septiembre de 2020

El movimiento espiritual que nutre la Obra divina en el hombre. Louis-Claude de Saint-Martin.

 

“Hombre de iniquidad, detén tus movimientos turbulentos e inquietos, y no rehúyas a la mano del espíritu que te procura alcanzar. Él sólo pide que te detengas, porque todos los movimientos que vienen de ti le son contrarios”. [HD 33] 

“Desconfiad, pues, de los deseos que solo procedan de vuestra propia sabiduría. Los reconoceréis por los movimientos impetuosos e inquietos que excitan en vosotros, así como por las innumerables dificultades que acompañarán a su realización, que no podrá producirse jamás sin retrasar, al menos temporalmente, vuestro avance por la carrera simple y libre de la verdad”. [HN 38] 

“Debemos controlar con atención todos los movimientos que se produzcan en nosotros, y hasta los mínimos deseos espirituales y verdaderos que se nos sugieran, sin descuidar ninguno y sacrificándolo todo para satisfacerlos, para evitar que, por nuestra negligencia o nuestra lentitud, que no es otra cosa que nuestra pereza, se dé el caso de que perjudiquemos el crecimiento de nuestro hijo [espiritual]. Pero defendámonos también con cuidado de todos los movimientos falsos que solo se deben a la fantasía, pues con ellos estaríamos dando a nuestro enemigo unos poderes que aprovecharía para poner inmediatamente su sello y su carácter en algunas partes del cuerpo de nuestra reproducción. Imitemos, pues, en todo a la naturaleza, que emplea todas sus fuerzas para hacer que fructifiquen sus productos cuando nosotros no cometemos la falta de impedir su obra. 

Es una sola y única fuerza, es un solo y único amor lo que realiza nuestra reproducción corporal y lo que se encarga de mantenerla y conservarla. Actuemos de tal manera que, del mismo modo, la fuerza y el amor divino que realizan en nosotros la concepción espiritual, alimenten ellos mismos su propio fruto; que la misma mano que ha plantado en nosotros esta planta la riegue todos los días y le quite todo lo que pueda perjudicarle. No temamos ni a las inquietudes, ni a las náuseas ni a los vómitos ni a los insomnios, pues no son más que sufrimientos que facilitan el crecimiento de nuestro hijo y es imposible que él adquiera sin todo esto una forma justa y sólida”. [HN 5] 

“Deja que actúe en ti esta mano vigilante, que no te obligará jamás a hacer movimientos que te perjudiquen…” [HN 24] “…si descendéis aún más al fondo de vosotros mismos, descubriréis que vuestro corazón tiene el discernimiento de las intenciones, de las facultades, de las obras y de los movimientos de vuestro mismo Dios, y que sois el órgano sagrado al que él quiere dejar que pruebe todo lo que se digna enviar desde su centro eterno. Con esta lengua invisible, aunque imperecedera, se pueden probar todas las sales Divinas que la sabiduría envía continuamente a la atmósfera del espíritu”. [HN 50]



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