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lunes, 24 de septiembre de 2012

De la naturaleza de los números. Saint-Martin

[DN]

"Los números no son más que la traducción abreviada o la lengua sucinta de las verdades y leyes cuyo texto e ideas están en Dios, en el hombre y en la naturaleza. Se puede también definirlos como el retrato intelectual y verbal de las operaciones naturales de los seres o también, si se quiere, el límite y el término de las propiedades de los seres, y esta medida que no podría pasar sin extraviarse y desvirtuarse, hace decir a algunos que los números son la sabiduría de los seres y lo que impide que se vuelvan locos. […]

El principal error donde falla la preservación, es separar los números de la idea que cada uno ellos representan y mostrarlos desplazados de su base de actividad, ya que entonces se les hace perder toda su virtud, que debe ser de nuestro avance en la línea viva; no pasan a ser más que objetos de curiosa y orgullosa especulación; y si lo hacen, siempre se vuelven al auditor más culpables, no le prestan sin embargo más servicio que si él aprendiera la sintaxis de una lengua cuyas palabras no sabría o que si a él le enseñaran  las palabras de una lengua donde no sabría ni su sentido ni su sintaxis.

[…] la virtud de los seres no existe en el número, sino que es el número el que existe en la virtud de los seres y de la que deriva.

[…] en el cálculo verdadero y espiritual, los números reciben su valor de la naturaleza de las cosas y no de la voluntad de nuestro espíritu, [e] independientemente de que se combinen también por normas fijas como los valores convencionales, nos conducen a verdades de primer rango, verdades positivas e invariables y esencialmente vinculadas a nuestro ser. […] los números no hacen sino acompañarnos y dirigirnos en estas mismas regiones positivas, invariables y eternas, en que toman continuamente el nacimiento, en que hacen constantemente su residencia y de las que no pueden salir jamás. Ahora bien, estas verdades, siendo infinitas, se puede juzgar que los números que en ellas existen pueden hacernos descubrir maravillas y tesoros. […]

Existe una división del cuadro universal reconocida por todos los observadores en el orden de la verdadera filosofía por la cual se distingue la región divina, la región espiritual y la región natural. Se reconoce también que hay una correspondencia de la región divina con las otras dos regiones espiritual y natural, y que por lo tanto los números del orden divino deben tener sus representantes y sus imágenes en estas dos regiones. Pero los que no tienen la clave de los números se exponen a un gran error cuando quieran fijar o contemplar estas correspondencias. […]

Aquellos que horadaron en la carrera de los números podrán admirar aquí con qué sabiduría luminosa la Providencia expone delante de nosotros sus tesoros y nos muestra cómo hace llegar sus potencias en las distintas regiones. Reconocerán que los propios números son fijos en sí mismos y acabados en sus facultades radicales, aunque sean infinitos en el juego de su potencia y en las emanaciones innumerables que pueden salir y saldrán eternamente de esas facultades radicales. […]

Esto que estará siempre prohibido a nuestra penetración y oculto a nuestra luz es la ciencia del método de nuestra emanación o de nuestra generación dentro de la unidad divina. Este velo se coloca sobre nuestros ojos porque la obra de nuestra emanación está reservada únicamente a ese supremo principio al que tenemos la dicha de poder llamar nuestro Padre; el conocimiento del modo de esta obra debe serle reservada también, sin lo cual, si tuviéramos como Él este conocimiento, no tendríamos necesidad de Él para existir, habríamos podido operar la misma obra o la misma emanación que Él, y seríamos Dios como Él. […]

Pero si la ley de los números nos prohíbe absolutamente el conocimiento del modo de nuestra emanación, estos deben poder ofrecernos la prueba de que esta emanación es divina, deben ofrecernos un testimonio evidente y concluyente de que nosotros salimos directamente de Dios; ya que sin este testimonio concluyente, cuando llamemos Dios a Nuestro Padre, pronunciaríamos palabras que no tendrían un sentido completo para la inteligencia, aunque el alma pura y piadosa pudiera experimentar en sí misma toda la dulzura de este bello nombre. Esta prueba también existe en los números y se añade a todas las que se pueden encontrar en la metafísica. […]

He aquí […] los tesoros que se pueden encontrar en los números, tesoros que nos muestran en nuestro Dios a la vez el poder, el amor, la sabiduría y la justicia, y nos hacen ver cómo se llena todo con su espíritu".


 [CN, XVIII]

"Los números son los envoltorios invisibles de los Seres, como los cuerpos son sus envoltorios sensibles.

No podemos dudar que haya para todos los Seres un envoltorio invisible, porque todos tienen un principio y una forma, y este Principio y esta forma, estando en dos extremos, están a una distancia demasiado grande el uno de la otra para poder unirse y corresponderse sin intermediario. Por tanto, este lugar lo ocupa el envoltorio invisible o  número.

Es así que, en los cuerpos, la tierra es el envoltorio visible del fuego, el agua es el de la tierra, y el aire el del agua, aunque este orden es muy diferente en los elementos no corporeizados.

No ignoremos que las leyes y las propiedades de los Seres están escritas sobre sus envoltorios sensibles, porque todas las apariencias por las cuales se comunican a nuestros sentidos solo son la expresión y la acción mismas de estas leyes y estas propiedades.

Podemos decir lo mismo de sus envoltorios invisibles. Deben contener y llevar las leyes y las propiedades invisibles de los Seres, tal como sus envoltorios sensibles indican sus propiedades sensibles. Si están escritas allí, entonces la inteligencia del hombre debe poder leerlas, tal y como sus sentidos leen o sienten los efectos de las propiedades sensibles trazados sobre los cuerpos y actuando por el envoltorio sensible de los Seres. He aquí lo que el conocimiento de los números puede prometer a aquel que no tomándolos por simples expresiones aritméticas sabe contemplarlos según su orden natural y ver en ellos solo principios coeternos a la verdad.

Hay que saber además que como los Seres son infinitos, y que las propiedades de estos Seres son de varios tipos, hay también una infinidad de números.

Así, hay números para la constitución fundamental de los Seres; los hay para su acción, para su curso, y también para su inicio y para su fin, cuando se refieren a uno u a otro; los hay incluso para los diferentes grados de progresión que tienen fijada.

Y son en esto como tantos límites donde se paran los rayos divinos, y donde se reflejan hacia su Principio, no solamente para presentar sus propias imágenes sino también para ofrecer los testimonios gloriosos de su exclusiva superioridad y de su infinidad, para extraer la vida, la medida, el peso, la sanción de sus relaciones con él; todas las cosas que hemos visto solo pueden existir por el Primer Principio de los Seres.

Hay también números mixtos para expresar las diferentes uniones y composiciones de Seres, de acciones, de Virtudes. Hay números centrales, números medianos, números circulares y números de circunferencias. Finalmente, hay números impuros, falsos y corrompidos. Y, repitámoslo, todas estas cosas solo indican los diferentes aspectos bajo los cuales podemos considerar a los Seres y a sus diferentes propiedades, leyes y acciones, bien visibles, bien invisibles, a las cuales están sin duda sujetos. Y quizás la verdadera razón por la cual los números han parecido tan quiméricos a la mayoría de los hombres, es por esta costumbre de los calculadores de hacer derivar del cero todos los números, es decir, de comenzar en sus divisiones geométricas contando por cero antes de nombrar la primera unidad. No han visto que esta unidad visible y convencional, que se convierte en la primera base de sus medidas, no es más que la representación de la unidad invisible, colocada antes del primer grado de todas estas medidas, dado que las engendra a todas, y que si tenían que representarla con un cero solo era para trazarnos su inaccesible valor y no para mirarla como la nada, porque es la fuente de todas las bases sobre las cuales el hombre puede operar.

Vemos aquí que cuanto más infinitos son los números, más la idea que debemos hacernos de ellos es simple y natural.

Se simplificará aún más observando que esta inmensa multitud de números, que se subdividen y extienden hasta el infinito, remontan por una marcha directa hasta diez números simples, los cuales caben en otros cuatro números, y éstos en la unidad de donde todo ha salido".

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