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sábado, 1 de septiembre de 2012

Cómo encontrar lo que hemos perdido. Jacob Böhme


“Al abrirse, tus palabras iluminan
dando inteligencia a los sencillos”
Sal 119(118):130

“Yo te bendigo, Padre, señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes,
y se las has revelado a pequeños”
Lc 10:21, Mt 11:25
Extracto de:
De la Triple vida del hombre,
según el misterio de los tres principios de la manifestación divina,
Capítulo VII,
Jacob Böhme.
Traducido del alemán al francés en 1793 desde la edición de 1682
por Louis-Claude de Saint-Martin, el Filósofo Desconocido,
París, Migneret, 1809.
 
1. En particular, se nos imponen otros hombres en este mundo para buscar de nuevo lo que hemos perdido. Ahora bien, si queremos encontrar, no tenemos que buscar fuera de nosotros mismos.

2. No necesitamos ninguna adulación ni malabaristas que nos animen y nos prometan raudales de oro para que solamente deseemos seguirles y hacerles brillar.

3. Y a pesar de que toda mi vida he asistido y escuchado sermones, y siempre escuché cantar y razonar sobre el cielo y el nuevo renacimiento, siempre me quedé insatisfecho y en ninguna ocasión me sentí más avanzado.

4. Cuando se lanza una piedra al agua y se la retira, sigue siendo una piedra tan dura como antes, y mantiene su forma; pero si se la arroja al fuego, entonces adquiere una nueva forma en sí misma.

5. Así, lo mismo ocurre contigo, hombre, incluso cuando frecuentas la iglesia y querrías ser visto como un ministro de Cristo; esto no basta en absoluto. Si no es suficiente, sigues igual que antes.

6. No es suficiente que aprendas todos los libros de memoria, y aun cuando dedicaras los días y los años a la lectura de todas las escrituras y supieses la Biblia de memoria, no eres mejor ante Dios que un porquero, que durante todo ese tiempo cuidó de los cerdos, ni que un pobre prisionero en la oscuridad que, durante todo ese tiempo, no vio la luz del día.

7. Es inútil hablar, o que sepas mucho acerca de Dios, si desprecias la simplicidad, como hacen los hipócritas de la bestia del Anticristo, que defienden la luz ante aquellos que ven como si esta estuviese en sus manos. Aquí se aplica lo que Cristo dijo: A menos que os convirtáis y os hagáis como niños, no veréis el reino de los cielos para siempre [Lc 18:17, Mc 10:15]. Os es necesario nacer de nuevo si queréis ver el reino de Dios. Este es el verdadero objetivo.

8. Aquí el arte y la elocuencia no sirven para nada, no hay necesidad de libros o de industria; en esto un pastor es tan hábil como un médico, y con frecuencia mucho más. A medida que fluye, en lugar de su propia razón, la misericordia de Dios, no tiene una gran dosis de sabia razón; es por lo que no suele consultarse por esta vía, sino que va simplemente como el pobre publicano al Templo de Cristo, en tanto que el sabio pone ante sí en primer lugar una academia, y examina previamente el espíritu con el que entrará en el templo de Cristo. Consulta ante todo la opinión de los hombres; ¿vas a buscar a Dios a través de alguna opinión? Una es la opinión del Papa, otra la de Lutero, una tercera la de Calvino, una cuarta la de Schwenckfelds, etc. Las opiniones no terminan nunca.

9. Así la pobre alma queda en la duda fuera del templo de Cristo; golpea, busca, y duda cada vez más de que esté en el verdadero camino.

10. ¡Oh tú, alma perdida en Babel!, ¿qué estás haciendo? Aléjate de todas las opiniones, cualquiera que sea el nombre que lleven en este mundo. Solo son una batalla de la razón.

11. No se encuentra el nuevo renacimiento ni la noble piedra en la batalla, ni en ninguna sabiduría de la razón; debes dejar de lado todo lo que es de este mundo, por muy brillante que sea, y entrar en ti mismo, no hacer otra cosa que amontonar tus pecados en los que estás envenenado, arrojarlos a la misericordia de Dios y elevarte hacia Dios, solicitándole que los olvide y que te ilumine con su espíritu.

12. No hay necesidad de discutir mucho tiempo, sólo de ser firme; pues el cielo debe partirse y temblar el infierno, y esto también llega. Debes lanzar ahí dentro todos tus pensamientos con tu razón, y todo lo que venga a ti por este camino, a fin de que no desees dejarle (a Dios), a menos que te bendiga como a Jacob, que luchó así con Dios toda la noche. Incluso cuando tu conciencia diga no, Dios no quiere nada de ti. (Di): Yo quiero ser suyo, no le seré infiel, hasta que me lleve a la tumba. Que mi voluntad sea la tuya, yo quiero lo que tú quieras, Señor; y aunque todos los demonios te rodeen y digan, detente, bastará para que digas: No, mis pensamientos y mi voluntad no se separarán nunca de Dios, deben estar eternamente en Dios; su amor es más grande que todos mis pecados. Si el diablo y el mundo tienen su cuerpo mortal como prisión, yo tengo en mí al Salvador y Regenerador de mi alma: él me dará un cuerpo celeste que permanecerá para siempre.

13. Prueba solamente con esto y encontrarás maravillas, pronto recibirás a uno en ti que te ayudará a luchar, a combatir y a orar; y aunque no puedas decir muchas palabras, pues no consiste en ello la cosa, que al menos puedas decir las palabras del publicano: ¡Oh Dios!, ¡ten compasión de mí, que soy pecador! [Lc 18:13]. Pero cuando tu voluntad, con toda tu razón y tus pensamientos, sea depositada en Dios, no te separes de él hasta que el alma se separe del cuerpo; entonces poseerás a Dios, te abrirás camino a través de la muerte, del infierno y del cielo, y entrarás en el templo de Cristo, a pesar de todos los demonios. La ira de Dios no podrá detenerte, por grande y poderosa que sea en ti; aun cuando el cuerpo y el alma ardan en la cólera, y estén en medio del infierno entre todos los demonios. Aún así tú podrás salir de allí y venir al templo de Cristo, donde recibirás la corona de perlas unida a la noble y digna piedra, la piedra angular de los filósofos.

14. Pero sabe que el reino de los cielos está también sembrado en ti, y es pequeño como un grano de mostaza. Recibe este gran gozo de la corona angélica, pero ten cuidado, no lo apoyes sobre el viejo Adán, porque será tanto tuyo como de Adán. Cuida lo que tienes. Sufrir de necesidad es un mal anfitrión.

15. De una pequeña rama deviene al final un árbol, si es plantada en un campo hermoso. Algunos vientos fríos y ásperos se balancearán sobre la rama mientras se convierte en árbol, pues aún es débil. Deberás ser expuesto al árbol de la tentación, y también al desprecio en el desierto de este mundo; si no la apoyas, nada obtienes. Si arrancas tu rama, haces como Adán, dificultando la cosa aún más que la primera vez, sin embargo, ella crecerá en el jardín de las rosas, a espaldas del viejo Adán. Pues ha pasado mucho tiempo desde Adán hasta la humanidad de Cristo, en la cual el árbol de las perlas ha crecido secretamente sobre el velo de Moisés y, sin embargo, se convirtió en árbol a su tiempo, con hermosos frutos.

16. Así es que si has caído y has perdido la hermosa corona, no te desesperes; busca, golpea, vuelve a empezar y haz como antes, y sentirás de qué espíritu esta mano ha escrito. A continuación recibirás un árbol en lugar de una rama, y ​​dirás: ¿Mi rama se ha convertido en árbol durante mi sueño? Entonces reconocerás en primer lugar la piedra de los filósofos. Anota esto.

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