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sábado, 26 de octubre de 2013

El hombre interior es de naturaleza espiritual y eterna. Frédéric-Rodolphe Saltzmann


“En el momento de la separación, Saint-Martin dio su retrato a la Sra. Saltzmann, no a Saltzmann, una mujer dotada de un gran carácter, prudente como pocos, y más escéptica que creyente, pero llena de admiración hacia la seductora humildad del místico” (Jacques Matter, Saint-Martin, le Philosophe inconnu, Paris, Didier, 1862, p. 161)

Carta de despedida de Saltzmann a su mujer y sus hijos, en el momento de dejar Alsacia en 1793 y comenzar una vida errante:
 "¿Dónde estoy? En la tierra de Dios, bajo la poderosa custodia de nuestro Dios.
Gracias le sean dadas, ¡a él todo lo bueno! Caed de rodillas y dadle las gracias a Dios. Sus vías no son nuestras vías. Sabrá con toda certeza hacer que las cosas converjan hacia nuestro bien. Confiemos perfectamente en Él, Jesús Cristo, nuestro Rey Supremo. Vierto lágrimas de tristeza y agradecimiento. La vida humana está limitada, y las distancias son grandes. Lo percibo. Pero el espíritu está cerca, y lo estaría más todavía si tuviésemos fe. ¡Oh preciosa soledad! ¿Quiénes son los que te aman, te perciben, te sacan provecho como debieran? Das fuerza al débil, conocimiento al ignorante. ¿Constituirían los sentidos exteriores todo el ser? Podríamos creerlo, al observar cómo actúan los hombres. Los sentidos no constituyen tan siquiera la patria esencial del hombre. El hombre interior es de naturaleza espiritual y eterna. Percibe en la soledad los seres espirituales que se acercan a él, y se perfecciona al entrar en contacto con ellos. Sí, feliz aquel que goza de la soledad y sabe sacar provecho de ella. Es la escuela de la vida eterna.
He pasado seis días deliciosos y muy solitarios en Mollau. Bendito sea Dios eternamente por el sentimiento de mi pequeñez y de mi naditud y por el hambre de Dios que me ha brindado. Me ha preparado como un padre para mi viaje, y también como un padre me ha protegido. Alabado sea para la eternidad. Que él mismo bendiga a mi digno benefactor. Lo hará. Te bendecirá también a ti, amada mía. Bendecirá tu alma, y en ella activará la obra comenzada. Hace pocos días fue el aniversario de tu nacimiento. He rezado a Dios por ti, y también caminando he rezado por ti. Era una manera de rezar para mí mismo. Pueda cada día ser para nosotros un día de nacimiento a la vida eterna. Porque la vida terrena no es vida. Cómo nos alegraremos más adelante de los tiempos presentes. Son semillas para la eternidad.
El cielo está gris, la tierra está helada, el invierno está aquí. ¡Ojalá el invierno nunca se apodere de nuestros corazones! ¡Pueda Dios hacer que se derrita el hielo de nuestros corazones bajo el calor de su amor! ¡Que nuestro corazón esté consumado por un santo amor! Porque debemos volvernos santos, ser santos como Dios.
Que Dios te de fuerza y te ayude a llevar tus sufrimientos con valor. Saluda a la Sra. Bruder y al Sr. Daum. Abraza tiernamente a los niños de mi parte. ¡Adiós!"

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