Translate

miércoles, 25 de julio de 2012

La Piedra Angular sacramentada por la Palabra. Saint-Martin


  "En el principio la Palabra existía
y la Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios"
Jn 1:1

"Si alguno me ama, guardará mi Palabra,
y mi Padre le amará, y vendremos a él,
y haremos morada en él.(...)
Y mi Palabra no es mía, sino del que me ha enviado"
Jn 14:23-24
"Hombre nuevo, contémplate con respeto. Tienes ante ti el santuario o la unidad eterna y Divina. Tienes, en el fondo de tu ser, la base angular del templo y encuentras activas en este templo las siete fuentes sacra-mentales que, vivificadas por la fuente de la vida, deben fertilizar para siempre todas las regiones que te componen.

[…] Esta piedra angular es en realidad la raíz de esas siete fuentes sacramentales que descubre el hombre nuevo en sí cuando ha sufrido las pruebas preparatorias e indispensables. […]

El hombre nuevo puede, digo yo, mantener este lenguaje, porque, cuando ha descubierto en él la piedra angular del templo, ha reconocido también que no era más que el fruto, el extracto, el producto y el testigo de la misma unidad y que, si esta piedra angular fuese el testigo de la unidad, la unidad, a su vez, sería el testigo de esta piedra angular, ya que el hijo es el testigo del padre, lo mismo que el padre es el testigo del hijo.

Éste es el doble testimonio que asegura para siempre la dignidad de este hombre nuevo y constituye la base de su confianza y de su seguridad. Es, al mismo tiempo, lo que da todo su valor y toda su virtud a estas siete fuentes sacramentales, que proceden de esta piedra angular sobre la cual debe construirse la iglesia, lo mismo que esta piedra angular procede de la unidad. La armonía se da a conocer también en estas fuentes, ya que son la expresión de la armonía que debe reinar en la piedra angular, a imitación de la que reina en la unidad. Todas ellas están íntimamente vinculadas, aunque tengan caracteres distintos, y se prestan a la ayuda mutua, no para eclipsarse las unas a las otras, sino para facilitar sus diversas manifestaciones.

Pero sus manifestaciones, aunque sean distintas, tienden todas a una meta común y única, que es la propagación y la comunicación de lo sagrado, pues un sacramento lleva este nombre porque es el medio por el que se transmiten las cosas santas y divinas donde son necesarias para que desaparezcan la muerte y la nada. Y, bajo esta relación, vemos que va aumentando aún más ante nuestros ojos la dignidad del hombre que ha sido elegido para ser la piedra angular del templo y, además, tener las siete fuentes espirituales por las que la vida divina trata de comunicarse con los lugares áridos y estériles. Pero ya no podemos seguir ignorando qué es lo que desarrolla en él estas siete fuentes sacramentales, puesto que hemos presentado al hombre en tantas ocasiones como el pensamiento, la palabra y la obra del eterno, que ha tenido una necesidad ineludible de la ayuda de la palabra para que se le concediese la palabra y para que pudiese alcanzar la dignidad de hombre nuevo.

Digamos, pues, que el hombre nuevo no tiene en sí estas siete fuentes sacramentales o estos siete sacramentos, porque ha recibido en realidad dentro de él el sacramento de la palabra y porque es este sacramento de la palabra el que ha hecho que broten en él estas siete fuentes, que antes estaban estancadas en la muerte; pero, como este sacramento de la palabra no ha podido llegar hasta las siete fuentes sacramentales del hombre nuevo, sin haber actuado de antemano sobre la piedra angular del templo, esta piedra angular del templo debe estar previamente penetrada y revestida por este sacramento de la palabra, para que las siete fuentes que van a salir de ella en abundancia y los ríos divinos puedan llenarlas sin interrupción y en toda su pureza.

[…] Tengamos siempre presente la suerte tan gloriosa del hombre nuevo que acaba de regenerar el sacramento de la palabra. Ha sido investido con esta palabra y, por así decirlo, sacramentado en su esencia. A partir de ese instante, en él se ha convertido todo en sacramento, todo se ha sacramentado en su ser, ya que las siete fuentes sacramentales que han brotado de su piedra angular abarcan su región terrenal y corporal, su región celestial y espiritual y su región divina.

Una vez sacramentado así en todo su ser, él ha sacramentado, a su vez, todos los objetos de su entorno y a todos los seres que esperaban que se abriesen esas fuentes sacramentales para recibir las aguas del río de la vida. Esa es la situación de la que hubiese disfrutado el hombre si hubiese conservado su dignidad primera, ésa es la situación de la que puede recuperar aquí vivos vestigios, humillándose ante el sacramento de la palabra y administrando con sabiduría y santo temor los dones que saldrán de estas siete fuentes sacramentales; ésa es, finalmente, la situación que debe engalanarse para él algún día venidero, si sabe unirse para siempre a este sacramento de la palabra, del que ha sido hecho, para estar eternamente sacramentado". [HN 46]

Este sacramento de la palabra da tres nombres al hombre nuevo, según las tres facultades que nos distinguen. Así, en su acción se llamará celeridad de la obra; en su amor se llamará unidad de reflejos de la afección divina; en su pensamiento se llamará la mañana perpetua del día más bello y todo su ser, al desarrollarse así, hará sentir de tal modo sus fuerzas al enemigo que temblará de miedo al enterarse de que se está despertando el león y lo amenaza con no dejarle un momento de reposo y con perseguirlo hasta que haya soltado su presa y se haya quemado en el fuego de la palabra del hombre nuevo". [HN 47]

No hay comentarios:

Publicar un comentario