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sábado, 21 de julio de 2012

Construyendo el Templo. Saint-Martin


  “…también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo…”
1ª Pedro 2:5

“Feliz el hombre que la Divinidad se digna en escoger para hacer un templo en el que se la invoque por su propio nombre y jure en su propio nombre que Ella velará sobre ese templo, y que lo empleará para la ejecución y cumplimiento de todos sus deseos”.
La Oración, Saint-Martin

“Desgraciado aquél que no funda su edificio espiritual sobre la base sólida de su corazón en perpetua purificación e inmolación por el fuego sagrado”.
Retrato, 427, Saint-Martin

La construcción del Templo del Hombre

 “Los más sabios de ellos han creído que, al construir templos al Señor con piedras talladas con herramientas de hierro y con la forma que ellos le han dado, habían cumplido los planes divinos en cuanto al culto y los homenajes que espera de los mortales la divinidad. No han visto que era de este templo imperecedero del que esperaba el triunfo de su gloria, de este templo, en el que los instrumentos materiales son completamente inútiles, tanto para tallar las piedras como para sacarlas de las canteras, para transportarlas o, finalmente, para colocarlas definitivamente en el lugar que deben ocupar en el edificio.
Por tanto, es a sacar las piedras de las canteras, tallarlas, transportarlas y ponerlas definitivamente en el lugar que deben ocupar en el edificio a lo que la sabiduría y el espíritu del Señor se dedican con nosotros, y las herramientas que utilizan para ello son los mismos obstáculos y las mismas contra-riedades espirituales que encontramos en nuestro camino, cuyo precio el hombre novicio en los secretos de Dios no conoce lo suficiente para darse cuenta de que no hay ni una sola de estas pruebas que, si se realiza con fe y valor, no deba concluir para él con el nacimiento y el desarrollo de una unidad, y que con estas acumulaciones de unidades adquiridas por otras tantas pruebas y victorias, debe ver que se levanta en él el nuevo hombre o el edificio de los elegidos.

Ni siquiera supone que este edificio de los elegidos nos transforma en un verdadero cielo en el que habitan a la vez todos los espíritus del Señor, todos los poderes del Señor, todos los dones del Señor, todas las virtudes del Señor, de tal modo que nos convertimos en una especie de ciudadela, de fortaleza siempre armada, siempre a la defensiva, siempre preparada para vigilar por la seguridad de los habitantes y para procurarles todos las ayudas, todos los beneficios que nuestro estado de guerra nos permite esperar en este bajo mundo”. [HN 22]

“Así, pues, al descender [el hombre] en sí mismo, encontrará un gran templo en el que oirá hablar a un laborioso pastor que, sin que él lo vea, le gritará con todas sus fuerzas: lamentación, exclamación, purificación, santificación, súplica, consagración, administración. Ahí puedes ver, al mismo tiempo, lo que tienes que hacer y los medios de realizarlo”. [HN 23]
“…dejemos también que se acumulen en nosotros con un respetuoso y prudente deseo, las influencias vivas y los sedimentos espirituales que deposita la verdad todos los días dentro de nosotros. No sólo podremos algún día extraer piedras vivas que sirvan de cimientos para nuestros edificios de cualquier tipo, no sólo haremos con ellas murallas para nuestras fortalezas, no sólo podremos hacer con ellas palacios y Templos, sino que podremos construir también largos acueductos que lleven el agua desde los sitios más lejanos a los lugares estériles, con el fin de restablecer en ellos la vida y la vegetación. Finalmente, podremos hacer puentes sólidos y amplios que nos ayudarán a cruzar con toda seguridad los ríos y torrentes, pues el Dios de los seres no busca otra cosa más que poner en práctica en nosotros todas las leyes vivas, de las que la naturaleza y el tiempo no dejan de presentarnos imágenes pasajeras y materiales”. [HN 19]

Recordad que, si el alma del hombre está destinada a servir de templo para el autor eterno de lo que existe, es preciso que tenga en sí, al mismo tiempo, todas las facultades de este ser infinito, según todas sus virtudes, acciones y subdivisiones, sin lo cual este supremo y majestuoso creador de todo lo que existe no podría habitar en ella plena y libremente. Recordad, por tanto, que, si el alma del hombre está destinada a servir de templo del Eterno, no tenéis ni un solo movimiento que deba quedar en vuestra posesión, ya que el autor soberano que ha producido estas formas para que le sirvan de morada y venir a habitarlas, debe ser el único a quien pertenezca la disposición. Por eso es por lo que el reparador nos ha prohibido jurar por nuestra cabeza, ya que nosotros no podemos dar ni un solo cabello, blanco o negro, pues, para jurar por algo hay que poseerlo; pero nosotros no poseemos nada, ni siquiera nuestro ser, ya que sólo es de la forma y el dominio de Dios”. [HN 37]

No te concedas descanso mientras no se haya reconstruido en ti esta ciudad santa, tal como debería haber permanecido siempre, si el crimen no la hubiese derribado, y recuerda todos los días de tu vida que el santuario invisible en el que nuestro Dios se complace en ser honrado, el culto, las iluminaciones, los inciensos de los que la naturaleza y los templos exteriores nos ofrecen imágenes instructivas y beneficiosas y, finalmente, todas las maravillas de la Jerusalén celeste, pueden volver a encontrarse también hoy día en el corazón del hombre nuevo, ya que han existido en él desde el origen”. [HN 71]

El espíritu vivifica el Templo del Hombre por la palabra

 Haced sitio al espíritu. ¿No veis cómo se apresura para hacerse un hueco entre la multitud? Es que tiene que hacer una obra tan importante y tiene tanto celo por ella que teme perder un instante. Además, tiene que recorrer un espacio tan grande que teme no llegar hasta el final antes de que se le acabe el tiempo que se le ha dado para esta obra. Es preciso que pase del lugar donde tiene su morada hasta las mayores profundidades del hombre. Sólo viene para colocar la palabra de la santidad, por la que el hombre verá que crecen en él, al mismo tiempo, las siete virtudes, que serán las siete columnas de este edificio construido sobre la roca viva, que debe ser la iglesia eterna de nuestro Dios”.
Haced sitio al espíritu. Viene a traer a la base del templo todos los medios necesarios para elevar a la categoría de morada su edificio y hacer que se mantenga intacto, a pesar de la envidia de los samaritanos, y hará que este templo se gane el respeto y la admiración de todos los pueblos. ¿Cómo podría producirse esta admiración y cómo podría ser tan majestuoso este edificio, si el propio arquitecto eterno no hubiese proporcionado sus planos y diseñado su distribución y si no se generase continuamente de sus propios orígenes? Por eso es por lo que su espíritu viene a traer hasta nuestro centro más íntimo las palabras vivas que reaccionan mutuamente por sus diversos poderes y propiedades y hacen que salgan por sí mismas esta luz y esta vida que asegura una duración eterna a este templo que han construido con sus propias manos”. [HN 19]

1 comentario:

  1. Preciosa entrada, construir el templo interior es una labor de cada uno que sólo a través de la fe interior y el amor por el eterno Arquitecto podemos edificar. Entendamos este sagrado receptáculo o Santuario como la entrada de la imagen del cielo y de la tierra, el cúmulo de paz y amor que hace nacer en nosotros la virtud, el huerto perenne de frutos envolventes que hace arder de deseo y devoción nuestros corazones.

    Ciro

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